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Salomón

João do Sul

Samuel

Tendo a rainha de Sabá ouvido da fama de Salomão, no que concerne ao nome do Senhor, veio prová-lo por enigmas.
2 E chegou a Jerusalém com uma grande comitiva, com camelos carregados de especiarias, e muitíssimo ouro, e pedras preciosas; e, tendo-se apresentado a Salomão, conversou com ele acerca de tudo o que tinha ne coração.
3 E Salomão lhe deu resposta a todas as suas perguntas; não houve nada que o rei não lhe soubesse explicar.
4 Vendo, pois, a rainha de Sabá toda a sabedoria de Salomão, a casa que edificara,
5 as iguarias da sua mesa, o assentar dos seus oficiais, as funções e os trajes dos seus servos, e os seus copeiros, e os holocaustos que ele oferecia na casa do Senhor, ficou estupefata,
6 e disse ao rei: Era verdade o que ouvi na minha terra, acerca des teus feitos e da tua sabedoria.
7 Contudo eu não o acreditava, até que vim e os meus olhos o viram. Eis que não me disseram metade; sobrepujaste em sabedoria e bens a fama que ouvi.
8 Bem-aventurados os teus homens! Bem-aventuradas estes teus servos, que estão sempre diante de ti, que ouvem a tua sabedoria!
9 Bendito seja o Senhor teu Deus, que se agradou de ti e te colocou no trono de Israel! Porquanto o Senhor amou Israel para sempre, por isso te estabeleceu rei, para executares juízo e justiça.
10 E deu ela ao rei cento e vinte talentos de ouro, especiarias em grande quantidade e pedras preciosas; nunca mais apareceu tamanha abundância de especiarias como a que a rainha de Sabá deu ao rei Salomão.
11 Também a frota de Hirão, que de Ofir trazia ouro, trouxe dali madeira de almugue em quantidade, e pedras preciosas.
12 Desta madeira de almugue fez e rei balaústres para a casa do Senhor, e para a casa de rei, como também harpas e alaúdes para os cantores; não se trouxe nem se viu mais tal madeira de almugue, até o dia de hoje.
13 E o rei salomão deu à rainha de Sabà tudo o que ela desejou, tudo quanto pediu, além de que lhe dera espontaneamente, da sua munificência real. Então voltou e foi para a sua terra, ela e os seus servos.
14 Ora, o peso do ouro que se trazia a Salomão cada ano era de seiscentos e sessenta e seis talentos de ouro,
15 além do que vinha dos vendedores ambulantes, e do tráfico dos negociantes, e de todos as reis da Arábia, e dos governadores do país.
16 Também o rei Salomão fez duzentos paveses de ouro batido; de seiscentos siclos de ouro mandou fazer cada pavês;
17 do mesmo modo fez também trezentos escudos de ouro batido; de três minas de auro mandou fazer cada escudo. Então e rei os pôs na casa do bosque de Líbano.
18 Fez mais o rei um grande trono de marfim, e o revestiu de ouro puríssimo.
19 Tinha o trono seis degraus, e o alto do trono era redondo pelo espaldar; de ambos os lados tinha braços junto ao assento, e dois leões em pé junto aos braços.
20 E sobre os seis degraus havia doze leões de ambos os lados; outro tal não se fizera em reino algum.
21 Também todos os vasos de beber de rei Salomão eram de ouro, e todos os vasos da casa do bosque do Líbano eram de ouro puro; não havia nenhum de prata, porque nos dias de Salomão a prata não tinha estimação alguma.
22 Porque o rei tinha no mar uma frota de Társis, com a de Hirão; de três em três anos a frota de Társis voltava, trazendo ouro e prata, marfim, bugios e pavões.
23 Assim o rei Salomão excedeu a todos os reis da terra, tanto em riquezas como em sabedoria.
24 E toda a terra buscava a presença de Salomão para ouvir a sabedoria que Deus lhe tinha posto no coração.
25 Cada um trazia seu presente, vasos de prata, vasos de ouro, vestidos, armaduras, especiarias, cavalos e mulas; isso faziam cada ano.
26 Também ajuntou Salomão carros e cavaleiros, de sorte que tinha mil e quatrocentos carros e doze mil cavaleiros, e os distribuiu pelas cidades dos carros, e junto ao rei em Jerusalém.
27 E o rei tornou a prata tão comum em Jerusalém como as pedras, e os cedros tantos em abundância como os sicômoros que há pelas campinas.
28 Os cavalos que Salomão tinha eram trazidos do Egito e de Coa; os mercadores do rei os recebiam de Coa por preço determinado.
29 E subia e saía um carro do Egito por seiscentos siclos de prata, e um cavalo por cento e cinqüenta; e assim, por intermédio desses mercadores, eram exportados para todos os reis dos heteus e para os reis da Síria.

Salomón

Teniendo la reina de Saba noticias de la fama de Salomón en relación con el nombre del Señor, vino a ponerlo a prueba con enigmas.
Y llegó a Jerusalén con una gran comitiva, con camellos cargados de especias, mucho oro y piedras preciosas; y al presentarse ante Salomón, habló con él sobre todo lo que tenía en su corazón.
Y Salomón respondió a todas sus preguntas; no hubo nada que el rey no pudiera explicarle.
Al ver, entonces, la reina de Saba toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido,
las delicias de su mesa, la disposición de sus oficiales, las funciones y los atuendos de sus siervos, y sus copas, y los holocaustos que ofrecía en la casa del Señor, quedó asombrada.
Y dijo al rey: Verdaderamente era cierto lo que había oído en mi tierra acerca de tus obras y tu sabiduría.
Sin embargo, no lo creía hasta que vine y mis ojos lo vieron. ¡He aquí, no me contaron ni la mitad! Has superado en sabiduría y riquezas la fama que había oído.
¡Dichosos tus hombres! ¡Dichosos tus siervos, que están siempre delante de ti, escuchando tu sabiduría!
Bendito sea el Señor tu Dios, que se ha complacido en ti y te ha puesto en el trono de Israel. Porque el Señor amó a Israel para siempre, por eso te ha hecho rey, para que hagas justicia y rectitud.
Y ella le dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de especias y piedras preciosas; nunca antes había llegado tanta cantidad de especias como la que la reina de Saba dio al rey Salomón.
También la flota de Hiram, que traía oro de Ofir, trajo de allí madera de sándalo en cantidad y piedras preciosas.
Con esta madera de sándalo, el rey hizo barandas para la casa del Señor y para su propio palacio, así como arpas y salterios para los músicos; nunca antes se había visto ni se había traído tanta madera de sándalo, hasta el día de hoy.
Y el rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ella deseaba, todo lo que pidió, además de lo que le dio generosamente de su real munificencia. Luego ella regresó a su tierra, ella y sus siervos.
Ahora, el peso del oro que se traía a Salomón cada año era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
adie más trajo tanta abundancia de especias como la reina de Saba le dio al rey Salomón.
También el rey Salomón hizo doscientos escudos de oro batido; hizo cada escudo con seiscientos siclos de oro;
de la misma manera hizo trescientos escudos de oro batido; hizo cada escudo con tres minas de oro. Y el rey los colocó en el bosque del Líbano.
El rey también hizo un gran trono de marfil, lo recubrió con oro puro.
El trono tenía seis escalones, y la parte superior del trono era redonda, con brazos a ambos lados del asiento, y dos leones de pie junto a los brazos.
Y en los seis escalones había doce leones a cada lado; nunca se había hecho nada igual en ningún reino.
Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y todos los vasos de la casa del bosque del Líbano eran de oro puro; no había ninguno de plata, porque en los días de Salomón la plata no tenía valor alguno.
Pues el rey tenía una flota de Tarsis en el mar, junto con la flota de Hiram; cada tres años la flota de Tarsis regresaba, trayendo oro y plata, marfil, monos y pavos reales.
Así que el rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en riquezas y sabiduría.
Y toda la tierra buscaba la presencia de Salomón para escuchar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
Cada uno traía su ofrenda: vasos de plata, vasos de oro, vestimenta, armaduras, especias, caballos y mulos; esto lo hacían cada año.
Salomón también tenía carros y jinetes; tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, y los distribuyó en las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.
Y el rey hizo que la plata fuera tan común en Jerusalén como las piedras, y los cedros tan abundantes como los sicómoros en las llanuras.
Los caballos que Salomón tenía eran traídos de Egipto y de Coa; los mercaderes del rey los recibían de Coa por un precio determinado.
Un carro de Egipto se vendía por seiscientos siclos de plata, y un caballo por ciento cincuenta; y así, a través de estos mercaderes, eran exportados a todos los reyes de los hititas y a los reyes de Siria.

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