395px

Preludio a un Campo Muerto

Jorge Claudemir Soares

Prelúdio a Um Campo Morto

Uma grota, uma sanga
E um rancho a beira-chão,
Assim era o meu rincão
Na costa do caiboaté.
A casa, tinha parapeito
Onde, nas noites de lua
A alma se postava nua
Pra assoviar um chamamé.

Um jardinzinho na frente
Contraponteava o palanque,
Um potreiro logo adiante
Pra'o pastejar do aguateiro.
A madre-silva de cheiro
Sombreava a cachorrada,
Que dormia esparramada
No conforto do terreiro.

Um açude, feito espelho
Bem pro lado do nascente,
Em que a lua espiava a gente
Nas noites de primavera;
Onde as estrelas cadentes
Mergulhavam incandescentes
Pra esconder suas quimeras.

Bem no moirão da porteira
De frente pro corredor,
Um joão-de-barro chismeiro
No seu ofício de oleiro
Se arvorou de morador.
De manhã, tocava alvorada
Só pra acordar sua amada
E declarar o seu amor.

Naquele rancho campeiro
Se aquerenciou a amizade,
Ali morou a verdade
Ajoujada com a bonança,
Era o baú de lembranças
Que eu carregava em glória,
Pra guardar a minha história
Dos bons tempos de criança.

Todo pássaro sai do ninho
No dia em que cresce a asa,
Eu também saí de casa
E abandonei meu cantinho.
Amarguei reminiscências,
Agora volto à querência,
Cansado de andar sozinho.

Antes, não tivesse vindo
Pra ver o que vejo aqui
O lugar em que nasci
Com as cercas derrubadas.
Onde olho, é terra virada,
Taipa e ronco de motor,
É o prelúdio do horror,
A própria essência do nada.

O sangue escuro da terra,
Tingiu o campo do fundo,
Abriu-se um sulco profundo
Mais que na pampa - na alma.
A sanga que vagava calma
Morreu por soterramento,
E a grota, por envenenamento
Com a ganância do mundo.

No lugar da velha morada
Restou um angico solito,
Como o último milico
Cobrindo uma retirada;
Numa gesta desesperada
Fincou pé na sua trincheira
Na esperança derradeira,
De salvar a invernada.

Nem a sanga, nem a grota
Resistiram ao progresso,
Não assistiram o regresso
Desse andarengo tordilho,
Que sonhou legar aos filhos
A pampa íntegra e pura.
Porém, a volta foi mais dura,
Que uma vida no lombilho.

Os sonhos somem no tempo
Voam pra longe do alcance.
Rancho, potreiro e palanque
Ficaram no pensamento;
Somente o choro do vento
Restou pra contar a história
Sobrou apenas memórias
E o eco do meu lamento.

O clarim do joão-de-barro,
Não tocará mais na porteira,
Nem a coruja breteira
Descansará nas lonjuras,
Só haverão desalentos
Pra quem campereou sustento
No verde destas planuras.

Dou de rédeas no meu flete,
E saio batendo na marca,
Com a sisma de um monarca
Que perdeu o seu reinado.
Vou me arranchar no povoado
No balcão de alguma venda,
Beber saudades da fazenda,
E ruminar o meu passado.

Venho basteriado de tempo,
E das andanças machaças;
Vou afogar na cachaça
Minha vocação de campeiro,
Depois de velho... povoeiro,
Sobrevivendo de changa.
Me enterrem junto com a sanga
Quando apagar meu luzeiro.

Preludio a un Campo Muerto

Una cueva, un arroyo
Y un rancho junto al suelo,
Así era mi rincón
En la costa del caiboaté.
La casa tenía un balcón
Donde, en las noches de luna
El alma se paraba desnuda
Para silbar un chamamé.

Un jardincito al frente
Contrastaba con el corral,
Un potrero más adelante
Para el pastoreo del aguatero.
La madreselva perfumada
Daba sombra a los perros,
Que dormían esparcidos
En la comodidad del patio.

Un estanque, como un espejo
Justo al lado del naciente,
Donde la luna nos espiaba
En las noches de primavera;
Donde las estrellas fugaces
Se sumergían incandescentes
Para ocultar sus quimeras.

Justo en el poste del portón
Frente al corredor,
Un hornero chismoso
En su oficio de alfarero
Se erigió como habitante.
Por la mañana, tocaba diana
Solo para despertar a su amada
Y declarar su amor.

En ese rancho campero
Se arraigó la amistad,
Allí vivió la verdad
Junto con la bonanza,
Era el baúl de recuerdos
Que cargaba con gloria,
Para guardar mi historia
De los buenos tiempos de niñez.

Todo pájaro sale del nido
El día en que crece el ala,
Yo también salí de casa
Y abandoné mi rinconcito.
Amargué reminiscencias,
Ahora vuelvo a la querencia,
Cansado de andar solo.

Antes, no hubiera venido
A ver lo que veo aquí
El lugar donde nací
Con las cercas derribadas.
Donde miro, es tierra removida,
Paredes y ruido de motor,
Es el preludio del horror,
La esencia misma de la nada.

La sangre oscura de la tierra,
Tintó el campo del fondo,
Se abrió un surco profundo
Más que en la pampa - en el alma.
El arroyo que vagaba tranquilo
Murió por sepultamiento,
Y la cueva, por envenenamiento
Con la codicia del mundo.

En lugar de la vieja morada
Quedó un angico solitario,
Como el último soldado
Cubriendo una retirada;
En una gesta desesperada
Plantó pie en su trinchera
En la esperanza postrera,
De salvar el invierno.

Ni el arroyo, ni la cueva
Resistieron al progreso,
No presenciaron el regreso
De este errante caballo,
Que soñó legar a los hijos
La pampa íntegra y pura.
Pero, el regreso fue más duro,
Que una vida en el lomo.

Los sueños se desvanecen en el tiempo
Vuelan lejos del alcance.
Rancho, corral y poste
Quedaron en el pensamiento;
Solo el llanto del viento
Quedó para contar la historia
Sobraron solo memorias
Y el eco de mi lamento.

El clarín del hornero,
No tocará más en el portón,
Ni la lechuza descansará
En las lejanías,
Solo habrá desalientos
Para quien pastoreó sustento
En el verde de estas llanuras.

Doy marcha atrás en mi carro,
Y salgo golpeando la marca,
Con la terquedad de un monarca
Que perdió su reinado.
Me estableceré en el pueblo
En el mostrador de alguna tienda,
Beberé añoranzas de la finca,
Y rumiaré mi pasado.

Vengo curtido por el tiempo,
Y de las andanzas golpeado;
Voy a ahogar en el aguardiente
Mi vocación de campero,
Después de viejo... poblador,
Sobreviviendo de changa.
Entiérrenme junto al arroyo
Cuando se apague mi luz.

Escrita por: