Lauscher hinterm Baum
Wenn die Mädchen kurzberockt sind und zum Blumenpflücken gehen,
kann man ihre weißen Schenkelchen beim Niederbücken sehn,
muß man hinter Bäumen, hinter dickem Buschwerk stehn -
ach, ich weiß da Plätze! Sehr verborgen. Sehr bequem.
Manchmal spieln sie Doktor und befühlen sich genau,
kommen Knaben, wollen wissen, wie das ist mit einer Frau.
Und das Röckchen gleitet höher (und der Himmel ist sehr blau),
und der Lauscher hinterm Baum spürt den Baum: Sehr steif und rauh.
Und die Luft ist geil und sirrend, und die Hitze dehnt sich fett
überm Boden, trägt die Rufe eines Mädchen, das kokett
einen ihrer kleinen Knaben scharf zurechtweist, doch sehr nett
ihm gleich später zu verstehn gibt, was sie doch recht gerne hätt.
Und vielleicht steigt dieser Sommer wie kein anderer ins Hirn,
denn die Lauscher hinterm Baume trocknen sich die schweiße Stirn
währenddessen sich zwei Kinder hinter einem Strauch verirrn
und sich gegenseitig mit ihrem Geschlechtelein verwirrn.
Und es dämmert, manche Kinder spielen wieder mit dem Ball,
manche Mädchen pflücken Blumen, binden Sträuße, rund und prall,
und man hört an manchen Tagen hinter Bäumen einen Knall -
und da kam ein Lauscher wieder von zu schnellem Tun zu Fall.
Und die Kinder bilden Kreise, und die Lauscher können sehn,
wie auf eine stille Weise Kinderträumerein entstehn,
und die Lauscher träumen mit und beginnen sich zu drehn,
und nach einer kurzen Drehung fühln sie, daß sie nicht bestehn.
Abends, wenn die braven Kinder heimgehn zu Mama,
stehen viele alte Männer hinter ihren Bäumen da.
Augen zu, den Mund geöffnet, ihre Hände sind ganz nah
an dem Ding, mit dem vielleicht vor zwanzig Jahren noch was geschah.
Viele alte Männer stehen, tragen unterm Arm ein Bild,
das zwar lebt, aber leider für sie alle nicht mehr gilt.
Und sie bleiben lange Zeit noch, stumm von einer Angst gedrillt,
die sie wiederkommen läßt, weil ihre Sehnsucht niemand stillt.
Escuchando detrás del árbol
Cuando las chicas llevan faldas cortas y van a recoger flores,
se pueden ver sus muslos blancos al agacharse,
hay que esconderse detrás de los árboles, detrás de arbustos espesos -
¡oh, conozco lugares allí! Muy escondidos. Muy cómodos.
A veces juegan a ser doctores y se tocan con cuidado,
llegan chicos, quieren saber cómo es estar con una mujer.
Y la falda se desliza más arriba (y el cielo está muy azul),
y el que escucha detrás del árbol siente el árbol: Muy rígido y áspero.
Y el aire está caliente y zumbante, y el calor se extiende pesado
sobre el suelo, llevando los susurros de una chica coqueta
que reprende a uno de sus pequeños chicos con firmeza, pero muy amable
para luego hacerle entender lo que realmente le gustaría.
Y tal vez este verano se quede grabado en la mente como ningún otro,
pues los que escuchan detrás del árbol se secan el sudor de la frente
mientras dos niños se pierden detrás de un arbusto
y se confunden mutuamente con sus juegos íntimos.
Y va anocheciendo, algunos niños juegan de nuevo con la pelota,
algunas chicas recogen flores, hacen ramos redondos y llenos,
y en algunos días se escucha un estruendo detrás de los árboles -
y ahí va un curioso que se cae por andar demasiado rápido.
Y los niños forman círculos, y los que escuchan pueden ver
cómo de manera silenciosa surgen los sueños de los niños,
y los que escuchan sueñan con ellos y comienzan a girar,
y después de un breve giro sienten que no pueden seguir adelante.
Por la noche, cuando los niños buenos van a casa con mamá,
muchos hombres mayores están detrás de sus árboles.
Con los ojos cerrados, la boca abierta, sus manos muy cerca
de aquello en lo que quizás hace veinte años aún sucedía algo.
Muchos hombres mayores están allí, llevando bajo el brazo una imagen,
que aunque viva, desafortunadamente ya no les pertenece.
Y permanecen por mucho tiempo, silenciosos y atormentados por un miedo
que los hace regresar, porque su anhelo no es saciado por nadie.