Lebend Kriegt Ihr Mich Nicht
In den Staedten bebte der Asphalt, es schwelte das Gestein.
die Glatzen und die Dunklen schluen sich die Schaedel ein.
die Fluesse schwollen schweflig an, der Dom zu Koeln versank.
die Menschen wankten glasig durch den suesslichen Gestank.
Der Friese schrie aus seinem Evangelium.
Der Dichter schlang ihm schliesslich einen Knebel um.
Ich komme von der Grenze,
wo die Haehne wie im Schlaf geworfne Babies kraehn,
wo die unebetnen Fremden durch den Mischwald gehen.
Dort lernt man wilde Taenze
und Schreie nach Vergeltung fuer die alte Schmach.
Ein graues Land. Und jede Menge Wut liegt brach.
"Wir leben in der Schande",
so endete zuhause jedes Nachtgebet,
und wahr war nur, was nirgends in den Buechern steht.
"Das Neue waechst am Rande",
so plaerrten die Propheten uns die Ohren weich.
"Und eines Tages wuchern wir ins Herz vom Reich."
Das alles steht geschrieben
in meinem Sterngesicht.
Lebend, lebend,
lebend kriegt ihr mich nicht.
Wir spielten in Ruinen,
die standen dort gut erhalten seit dem letzten Krieg.
Dazwischen bluehten neue mit der Aufschrift SIEG.
So mancher trat auf Minen,
der wurde dekoriert und dann vom Sport befreit.
Und doch war es im Grunde eine schoene Zeit.
Ein Fernsehmoderator
zerstoerte Mutters zweites Chirugiegesicht:
Sie lachte ueber ihn, und das vertrug es nicht.
Es ar mein eigner Vater,
ein Inbegriff von Pflichtgefuehl und Tugend.
So viel, und kein Wort mehr, zu meiner Jugend.
Das alles steht geschrieben
in meinem Sterngesicht.
Lebend, lebend,
lebend kriegt ihr mich nicht.
Ich hoerte nicht auf Lehrer,
die schleifen Aktentaschen wie den eignen Sarg.
Ich flog aus jedem Institut, ich trieb es arg.
Brandzeicehn Ruhestoerer,
der Anblick von Gebueckten macht mich wund und krank.
Mit Zwanzig ueberfiel ich eine satte Bank.
Drei Geiseln bei der Beute:
Ein fetter Friese, der sich fuern Erloeser hielt,
ein Frollein, das stets mehr als sein Gehalt verspielt,
zwei wirklich nette Leute.
Genau wie der Poet, der keinen Sinn mehr sah.
Der jubelte, weil endlich was mit ihm geschah.
Das alles steht geschrieben
in meinem Sterngesicht.
Lebend, lebend,
lebend kriegt ihr mich nicht.
Ich lebe in den Waeldern,
samt Geiseln und nem Dutzend von der Polizei,
die liefen zu mir ueber und wir atmen frei.
Wir ernten von den Feldern,
das Geld liegt unberuehrt in unserem Baumversteck,
die Scheine welk wie Herbstlaub und gruenbraun wie Dreck.
Ich will zurueck zur Grenze,
wo der Wind mich krault und meinen wahren Namen kennt,
wo man Eiensinn noch Glueck und Frolleins Frollein nennt.
Dort lernt man wilde Taenze,
und der Friese kann verkuenden, bis sein Mund ausfranst,
und der Dichter lernen, wie man mit sich selber tanzt.
Das alles steht geschrieben
in meinem Sterngesicht.
Lebend, lebend,
lebend kriegt ihr mich nicht.
Lebend kriegt ihr mich nicht!
No me atraparán vivo
En las ciudades temblaba el asfalto, ardía la piedra.
los calvos y los oscuros se envolvían las cabezas.
los ríos se hinchaban con azufre, la catedral de Colonia se hundía.
la gente tambaleaba vidriosa entre el dulce hedor.
El frisón gritaba desde su evangelio.
El poeta finalmente le ponía un bozal.
Vengo de la frontera,
donde los gallos cantan como bebés arrojados al sueño,
donde los extraños incómodos caminan por el bosque mixto.
Allí se aprenden bailes salvajes
y gritos de venganza por la antigua afrenta.
Una tierra gris. Y mucha ira yace latente.
"Vivimos en la vergüenza",
así terminaba cada oración nocturna en casa,
y solo era verdad lo que no está en ningún libro.
"Lo nuevo crece en el borde",
así nos gritaban los profetas hasta dejarnos los oídos sordos.
"Y un día nos expandiremos en el corazón del reino."
Todo eso está escrito
en mi rostro estrellado.
Vivo, vivo,
no me atraparán vivo.
Jugábamos en ruinas,
que permanecían intactas desde la última guerra.
Entre ellas florecían nuevas con la inscripción VICTORIA.
Algunos pisaban minas,
eran condecorados y luego liberados del deporte.
Y sin embargo, en el fondo fue una época hermosa.
Un presentador de televisión
destruyó el segundo rostro quirúrgico de mamá:
Ella se rió de él, y no lo soportó.
Era mi propio padre,
un ejemplo de deber y virtud.
Tanto, y nada más, sobre mi juventud.
Todo eso está escrito
en mi rostro estrellado.
Vivo, vivo,
no me atraparán vivo.
No escuchaba a los maestros,
que arrastraban maletines como sus propios ataúdes.
Fui expulsado de cada instituto, me portaba mal.
Marcas de fuego, perturbadores del descanso,
la vista de los encorvados me duele y enferma.
A los veinte asalté un banco próspero.
Tres rehenes en el botín:
Un frisón gordo que se creía el salvador,
una señorita que siempre jugaba más de lo que ganaba,
dos personas realmente agradables.
Al igual que el poeta que ya no veía sentido.
Él celebraba porque finalmente algo le sucedía.
Todo eso está escrito
en mi rostro estrellado.
Vivo, vivo,
no me atraparán vivo.
Vivo en los bosques,
con rehenes y una docena de policías,
que se unieron a mí y respiramos libres.
Cosechamos de los campos,
el dinero permanece intacto en nuestro escondite de árboles,
los billetes marchitos como hojas de otoño y verde marrón como suciedad.
Quiero volver a la frontera,
donde el viento me acaricia y conoce mi verdadero nombre,
donde la sencillez aún se llama felicidad y la señorita señorita.
Allí se aprenden bailes salvajes,
y el frisón puede proclamar hasta que su boca se deshilache,
y el poeta aprenderá a bailar consigo mismo.
Todo eso está escrito
en mi rostro estrellado.
Vivo, vivo,
no me atraparán vivo.
¡No me atraparán vivo!