Zamba de Otoño

La Nostalgia de la Tierra en 'Zamba de Otoño' de Atahualpa Yupanqui

La 'Zamba de Otoño' de Atahualpa Yupanqui es una evocación poética y melancólica de la vida rural y la conexión profunda con la tierra. La canción comienza con una imagen visual poderosa: 'Los viejos cobres del monte, otoño sembrando van', que sugiere el cambio de estación y la transformación de la naturaleza. Las guitarras del campo, que nacen con coplas de soledad, simbolizan la música como un refugio y una expresión de la vida solitaria y dura del campo.

El viento norte y los manantiales emponchados son metáforas de la naturaleza que envuelve y afecta la vida del hombre rural. Los 'huaicos del cerro' y los ecos del carnaval quemados representan la fugacidad de la alegría y la permanencia de la soledad y el trabajo arduo. La repetición de la idea de no volver, 'se me hace vidita que no he'i de volver', refuerza el sentimiento de despedida y la imposibilidad de regresar a un lugar que, aunque amado, también ha sido fuente de sufrimiento.

La canción también aborda la relación del hombre con su entorno natural y su resignación ante el destino. 'Estrellas que me alumbraron, caminos que caminé, me han golpiao todos los vientos, heridos de coplas la vida pasé' refleja una vida marcada por las adversidades y la lucha constante. La decisión de esconder el corazón en una cueva del cerro, 'pa' que lo quiero conmigo, si solo me ha dado trabajo y rigor', es una metáfora de la renuncia a los sentimientos que solo han traído dolor. La zamba concluye con una despedida a los cerros y las piedras pintadas, símbolos de la tierra natal y la identidad, reafirmando la imposibilidad de volver a un pasado que ya no existe.