L'últim tirabol

El último tirabol

Era joven, era de Berga,
estaba a punto de cumplir veintitrés años,
se acercaba Corpus, se le veía en los ojos
encendidos como chispas de Patum.
Medio pueblo decía que era un buen chaval,
el otro medio que era un borde,
y la chica que amaba
no le hacía caso.
El miércoles de Patum quedamos
en la barandilla pero no se presentó,
en una curva, con su coche viejo
dejó la piel.
Desde un rincón escuchaba a los gigantes,
la música acompañaba
unas lágrimas rodaban por mis mejillas
cuando volví a la plaza.
Quizás fue la magia de la Patum,
o la mezcla y la cerveza,
pero ese hecho no fue para mí
una sorpresa.
Me pareció verlo llegar
con el sombrero y el pañuelo anudado,
me dijo que San Pedro tiene por costumbre
dejar a los bergadanes
hacer un último salto de Patum.
Con una mirada de complicidad
y con una sonrisa como la que él tenía,
de brazos agarrados saltamos
el último Tirabol.