Camino del Tucumán

El Viaje Melancólico en el Camino del Tucumán

La canción 'Camino del Tucumán' de Cátulo Castillo es una obra cargada de melancolía y simbolismo. La letra nos transporta a un viaje nocturno, donde la noche y la luna son compañeras de un viajero solitario. La imagen de la luna 'corre que corre' y los bueyes 'cansados y lerdos' sugiere un viaje lento y fatigoso, reflejando el estado emocional del protagonista. La noche, con sus 'negras huellas de sueño', simboliza la tristeza y el cansancio del alma, mientras que las ruedas llorando en silencio añaden un toque de desolación y resignación.

El protagonista parece estar en un viaje sin prisa, como se refleja en la frase 'No hay que apurarse, barcino'. Este viaje no es solo físico, sino también emocional y existencial. La carreta y el destino se convierten en metáforas de la vida y el destino inevitable. La mención de 'su percal ya no está' indica la ausencia de una mujer amada, cuya partida ha dejado una sombra triste en el camino del protagonista. Esta pérdida se siente profundamente, y el viaje se convierte en una forma de procesar el dolor y la soledad.

La imagen de la mujer con 'blanca de muerte su cara' y 'amarga de fría' sugiere que ha fallecido, y su partida al alba simboliza un nuevo comienzo, aunque doloroso, para el protagonista. Él se queda con sus trenzas, un símbolo de su amor y recuerdo, mientras ella lleva su memoria en el viaje. Este intercambio de recuerdos y emociones es lo que grita en las huellas del camino, un testimonio de amor y pérdida que se perpetúa en el viaje hacia Tucumán. La canción, con su rica imaginería y simbolismo, nos habla de la inevitabilidad del destino, la tristeza de la pérdida y la resignación ante el paso del tiempo.