Pingo mío
Manuel Romero
Era un centella mi pingo,
mi precioso alazán.
En mi córazón su recuerdo
para siempre estará.
¡Oh, mi parejero invencible!
Era imponente tu brazada
nadie resistió aquél terrible
empuje de tu atropellada.
Y hoy lloro por ti, noble crack
mi precioso alazán...
Ella acarició
con su manita enguantada tu pelo,
ella te besó
y te miró con sus ojos de cielo.
Cruel nos engañó
con sus caricias la pérfida impura,
solos nos dejó
con nuestra pena y con nuestra amargura.
¡Cómo te envidié
cuando la muerte dobló tu cabeza!
Ya te fuiste vos
y ahora yo debo llorar por lo dos.
Desde que se fu mi querida
en ti puse mi amor
y se fue cerrando mi herida
y pasó mi dolor.
Pero aquella tarde maldita
cuando pegaste la rodada,
cuando te vi muerto en la pista,
mi alma sentí que se quebraba.
Y ahora lloro siempre a mi crack,
a mi noble alazán...



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