Wickerman

El Hombre de Mimbre

Justo detrás de la estación, antes de llegar a la isleta de tráfico, un río corre a través de un canal de concreto. Te llevé allí una vez; creo que fue después del Leadmill. El agua estaba sucia y olía a industrialización, pequeños maestros tosiendo y globos del color del kétchup de tomate.

Pero fluye. Sí, fluye. Debajo de la ciudad a través de conductos de ladrillo sucio, conectando brujas blancas en el Moor con prerrafaelitas en Broomhall. Debajo de la antigua fábrica Trebor que se quemó a principios de los setenta. Dejando un olor anticuado a tienda de dulces y cavernas de nougat y caramelo. Nougat. Sí, nougat y caramelo. Y el río sigue fluyendo. Sí, el río sigue fluyendo debajo de adolescentes regordetes adictos al blanqueador de café, parejas desnudas en Northern Upholstery y jubilados acumulando polvo como cuencos de tulipanes de plástico. Y finalmente emerge de nuevo en Forge Dam: el lugar donde nos conocimos por primera vez.

Fui allí de nuevo por viejos tiempos, esperando encontrar el paseo en caballo de juguete para niños que tocaba una melodía ridículamente trágica. Todavía estaba allí, pero a ninguno de los niños parecía interesarle montar en él. Y la cafetería también seguía allí; las mismas letras de plástico en la lista de precios y mesas de formica desgastadas. Me senté lo más cerca posible del asiento donde te conocí aquella tarde de otoño. Y luego, después de lo que parecieron horas pensándolo, finalmente tomé tu rostro entre mis manos y te besé por primera vez y una sensación como de electricidad recorrió todo mi cuerpo. E inmediatamente supe que había entrado en un mundo completamente diferente. Y todo el tiempo, de fondo, el sonido de ese paseo infantil ridículamente desgarrador afuera.

En el otro extremo de la ciudad, el río fluye debajo de un antiguo viaducto ferroviario; fui allí contigo una vez, excepto que eras otra persona, y contemplamos juntos la superficie marrón fangosa del agua. Luego, un transeúnte nos dijo que solía ser una costumbre local saltar del viaducto al río, al regresar del pub un sábado por la noche. Pero que esta costumbre había desaparecido cuando alguien saltó y cayó demasiado cerca de la orilla y se hundió en el barro allí y se ahogó antes de que alguien pudiera alcanzarlo. No sé si se inventó toda la historia, pero no hay forma de que me hagas saltar desde ese puente. Ni hablar. Nunca en un millón de años.

Sí, un río fluye debajo de esta ciudad, me gustaría ir allí contigo ahora, mi bella, y seguirlo por millas y millas, por debajo de las vidas ordinarias de otras personas. De vez en cuando, vislumbrando la luna a través de las tapas de alcantarilla a lo largo del camino. Sí, a veces es oscuro, pero si me tomas de la mano, creo que conozco el camino. Oh, esto es tan lejos como llegamos la última vez, pero si avanzamos solo otra milla, emergeremos rodeados de hierba y árboles y el paso elevado que lleva los autos a las ciudades. Brotes que explotan al menor toque, ortigas que pican, pero no demasiado. Nunca he pasado este punto, qué hay más adelante realmente no podría decir. Y solía vivir justo junto al río, en una fábrica en desuso justo al lado del Wicker y el río fluía día tras día y 'Un día' pensé, 'Un día lo seguiré', pero ese día nunca llegó; me mudé y perdí el rastro, pero esta noche estoy pensando en regresar. Puede que te encuentre allí y flote hacia donde el río me lleve.

Donde sea que el río me lleve.
Donde sea que el río nos lleve.
Donde quiera que nos quiera llevar. Donde quiera que nos quiera llevar.