Flammentanz

Baile de Llamas

Había una vez, hace mucho tiempo
un joven tan orgulloso y fuerte.

La privación era su padre,
pues su pueblo estaba condenado.

En tierras extrañas y áridas
portaba su espada de hueso
y destrozaba toda defensa.

En un sendero
empapado de sangre
se convirtió en héroe.
Juró su alma,
juró su carne
y gritó este juramento
a sus dioses:

En el sendero espinoso del sufrimiento
mi pueblo les mostrará su valía
y quebrará
vuestra ira
sobre nosotros.

Y una noche
en un sueño,
era Ashaj,
como si un dios le ordenara
robar la luz a un día,
para teñir este mundo
como la tierra natal.

En las profundidades del desierto encontraron
a una mujer encorvada, que juró
oscurecer el sol, si
pasaban junto al dragón del desierto
y le traían algo tan hermoso.

Y a lo lejos vieron fuego,
cuyo calor blanco fundía
la arena del desierto en vidrio
y las alas del dragón gris
traían la violencia y
rozaban suavemente la cresta de la duna.

Pero lo que desde lejos
era una gracia indescriptible, se
convirtió pronto en brutal fuerza.
Primero su fuego mató
y las garras cavaron profundo,
pero con hechizo y espada
lo expulsaron entonces.

Detrás de la bestia en un valle
desafiaba entre las escarpadas rocas
una delicada flor al mundo árido
y era tan hermosa
que le partió el corazón.

Siguiendo su juramento,
cortó la belleza y la llevó
a la Anciana. Y su oscuro
ritual hizo que una negrura circular
se arrastrara ante el sol,
que alimentaba las sombras y
creaba una imagen de la patria.

Pero todas las nobles y orgullosas acciones
no rompieron el hechizo, ni la ira,
ni la prohibición de los dioses.
El celo cegado por la desesperación
solo dejó la lucha sin sentido como camino.

Donde antes solo bailaban llamas,
incendio.

Las espinas ahora clavadas en piedra,
gritó a los suyos.