Triqui-Traca

El Adiós Melancólico de la Alharaca Porteña

La canción 'Triqui-Traca' de Cátulo Castillo es una evocación nostálgica de un Buenos Aires que ya no existe. La letra nos transporta a una tarde lejana, donde el bullicio y la vida de barrio se desvanecen con el último sonido de un piano tristón. La mención de un perfume de menta y albahaca, junto con la imagen de una mano cerrando un portón, sugiere un adiós definitivo, un cierre de ciclo en la vida del barrio. El 'triqui, traca' del título y del estribillo parece imitar el sonido de un carro o un coche de caballos, un símbolo de tiempos pasados que se alejan por las calles de Dios, es decir, hacia el olvido o la eternidad.

El estribillo refuerza esta sensación de pérdida y distancia. La barraca, que alguna vez fue un lugar de encuentro y vida, ahora está lejana. La vieja neblina y el viejo farol son testigos mudos de un tiempo que ya no volverá. El paso de caracol sugiere una lentitud melancólica, un ritmo de vida que se ha detenido. La repetición del 'triqui, traca' actúa como un lamento, un eco de lo que alguna vez fue vibrante y lleno de vida.

En la segunda estrofa, la canción se vuelve aún más introspectiva. El loco extramuro, una figura marginal y excéntrica, ya no grita vendiendo su albahaca. El silencio vestido de gris y las casas bajitas y el muro pintan un cuadro de desolación y quietud. La alharaca feliz, que alguna vez llenó las calles de vida y ruido, se ha ido para siempre. La canción es, en última instancia, un homenaje a un pasado que se ha desvanecido, una elegía a la vida de barrio y a los personajes que le daban color y carácter.