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Die Uhr
José Carlos Santos Silva
Die Uhr
Johann Gabriel Seidl (1804-1875)
Ich trage, wo ich gehe,
Stets eine Uhr bei mir;
Wieviel es geschlagen habe,
Genau seh ich an ihr.
Es ist ein großer Meister,
Der künstlich ihr Werk gefügt,
Wenngleich ihr Gang nicht immer
Dem törichten Wunsche genügt.
Ich wollte, sie wäre rascher
Gegangen an manchem Tag;
Ich wollte, sie hätte manchmal
Verzögert den raschen Schlag.
In meinen Leiden und Freuden,
In Sturm und in der Ruh,
Was immer geschah im Leben,
Sie pochte den Takt dazu.
Sie schlug am Sarge des Vaters,
Sie schlug an des Freundes Bahr,
Sie schlug am Morgen der Liebe,
Sie schlug am Traualtar.
Sie schlug an der Wiege des Kindes,
Sie schlägt, will's Gott, noch oft,
Wenn bessere Tage kommen,
Wie meine Seele es hofft.
Und ward sie auch einmal träger,
Und drohte zu stocken ihr Lauf,
So zog der Meister immer
Großmütig sie wieder auf.
Doch stände sie einmal stille,
Dann wär's um sie geschehn,
Kein andrer, als der sie fügte,
Bringt die Zerstörte zum Gehn.
Dann müßt ich zum Meister wandern,
Der wohnt am Ende wohl weit,
Wohl draußen, jenseits der Erde,
Wohl dort in der Ewigkeit!
Dann gäb ich sie ihm zurücke
Mit dankbar kindlichem Flehn:
Sieh, Herr, ich hab nichts verdorben,
Sie blieb von selber stehn.
El reloj
Llevo, donde quiera que vaya,
Siempre un reloj conmigo;
Cuántas veces ha marcado,
Puedo verlo claramente en él.
Es un gran maestro,
Que hábilmente ha ensamblado su obra,
Aunque su marcha no siempre
Satisface el deseo tonto.
Quisiera que fuera más rápido
En muchos días;
Quisiera que a veces
Retrasara el golpe rápido.
En mis penas y alegrías,
En la tormenta y en la calma,
Cualquier cosa que sucediera en la vida,
Ella marcaba el ritmo.
Marcó en el ataúd del padre,
Marcó en el féretro del amigo,
Marcó en la mañana del amor,
Marcó en el altar nupcial.
Marcó en la cuna del niño,
Sigue marcando, si Dios quiere, muchas veces más,
Cuando lleguen días mejores,
Como mi alma espera.
Y si alguna vez se volviera más lenta,
Y amenazara con detenerse su marcha,
El maestro siempre la
Rebobinaba generosamente.
Pero si alguna vez se detuviera,
Entonces sería su fin,
Nadie más que quien la ensambló
Haría que la destrozada volviera a funcionar.
Entonces tendría que ir al maestro,
Que probablemente vive lejos al final,
Quizás afuera, más allá de la tierra,
Quizás allí en la eternidad.
Entonces se la devolvería,
Con agradecida súplica infantil:
Mira, Señor, no he arruinado nada,
Ella se detuvo por sí sola.



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