Jamás Desaparece Lo Que Nunca Parte

El Eterno Retorno en 'Jamás Desaparece Lo Que Nunca Parte' de José Mercé

La canción 'Jamás Desaparece Lo Que Nunca Parte' de José Mercé es una profunda reflexión sobre la permanencia y la transitoriedad de la vida. Desde el primer verso, 'Día y noche rugía el fuego encendido de un sol que no mira', se establece un tono de desesperanza y resignación. El sol, símbolo de vida y energía, se presenta aquí como indiferente, marcando un ciclo ineludible de siembra y ruina. Esta dualidad entre creación y destrucción es una constante en la letra, reflejando la lucha interna del ser humano frente a un destino que parece inmutable.

El estribillo 'Y ahora arde' repite una y otra vez la idea de que todo lo que alguna vez tuvo significado se consume en el fuego del olvido. La 'fe destartalada' y el 'recuerdo' arden, sugiriendo que incluso las creencias más profundas y los recuerdos más preciados no son inmunes al paso del tiempo. Sin embargo, en medio de esta desolación, surge una paradoja: 'Jamás desaparece lo que nunca parte'. Esta línea sugiere que hay aspectos de la existencia que son eternos, que permanecen en el aire, en la esencia misma de la vida, aunque no sean tangibles.

El uso de metáforas como 'el juez cerró lo nuestro' y 'el dragón se lo llevó' añade una capa de dramatismo y simbolismo a la canción. El juez representa la autoridad final, el destino ineludible, mientras que el dragón simboliza la fuerza destructiva que arrasa con todo. Sin embargo, el ángel que susurra 'Que empiece el baile' introduce un elemento de esperanza y renovación. A pesar de la destrucción y el dolor, la vida continúa, y con ella, la posibilidad de nuevos comienzos. La canción, en su conjunto, es una meditación sobre la naturaleza cíclica de la vida y la resiliencia del espíritu humano.